Tauromaquia onírica
La Muerte es una manola de peineta y abanico que descubre un seno de geométrico pezón. La hermosura afilada de su cara apenas acierta a encubrir la calavera. Goñi contradice al gran Ramón, para quien nunca se piensa que la calavera sea de mujer.
Un artista español termina por hacer su Tauromaquia. Porque, si no, no es artista ni es nada. Aquí tenemos a Goñi con 13 estampas -la Portada, una escueta joya de menor tamaño que el resto de la serie-, donde muestra la metáfora del Ruedo Ibérico Nacional, que arranca de feroz e irremediable añoranza por la Muerte y termina con ésta pisando con elegancia sobre el torero exánime –habría que decir el español.
El torero maletilla no puede remediarlo. Ignorando el maleficio de la luna llena y la lechuza sobre la rama seca, invoca a esa Mujer de muslos picassianos que acabará teniéndolo en sus brazos. El campo hostil y yermo, la soledad y el hambre, nubes negras...nada hace desistir al maletilla.
¡La fiesta comienza con rejones! Toro, caballo y caballero, de perfil. Acentos griegos sobre fondo de tejados españoles. La Muerte, coqueta, se disimula con afeites.
Pero enseguida vuelve a guiñar desde el tendido. ¡El número trece, la serpiente y muchedumbre de canallas! Los ojos del torero se desorbitan en sus cuencas. ¿Daría marcha atrás...? Todos empujan. Tres siluetas negras, y, al fondo, tras el arco, un campanario.
La fiesta se traza con compás. El ojo consistorial obliga al Reglamento. El torero escribe su caligrafía de perfil. Nada estorba su concentración, y el toro es animal fuerte y glorioso.
¡El de la garrocha es un Perseo y un San Jorge combatiendo al dragón que pide sacrificio de doncellas! El toro descubre su mecanismo de engranajes y nos contempla con mirada humana. Relincha, ciega e ignorante, la montura.
Las manolas se yerguen como gracias visigóticas. ¡La cita ya es inaplazable! También el toro se sabe condenado, y un revuelo de horcas se agita por las gradas.
Como en el Infierno dantesco, abandona desde aquí toda esperanza...
Debe perecer un hombre para salvar al pueblo entero. En toda época. ¡No importa que se levanten rascacielos!
De ellas saca el valor el torero y el artista. Los mejores pases los inspiran sus requiebros brujos, porque la Mujer también requiebra. ¡Has de ir siempre más allá!
Es tu verdad, ahora que están todos mirando...
¡Ya era tiempo! No te engañes: desde un principio lo has sabido.
¡Largamente ha esperado! Ella, risueña, enseña su tobillo. Nubes eólicas y cardos. Los embozados vienen a cobrar su presa.